A partir de los 55 años, casi el 50% de las personas son hipertensas. La hipertensión mantenida en el tiempo puede generar también daño en otros órganos, como los riñones, ya que su estructura está formada por muchos vasos sanguíneos y la hipertensión deteriora la parte interna de las venas y arterias.
Este daño hace que se pierdan proteínas en la orina, generando inflamación del tejido, lo que conduce a una fibrosis de las nefronas y pérdidas en su capacidad de filtrar la sangre. A su vez, cuando el riñón se enferma, puede generar hipertensión: la hipertensión está detrás de casi el 20% de los pacientes con enfermedad renal crónica y en diálisis. Su control, por tanto, es primordial para prevenir la aparición de enfermedad renal crónica y su evolución que, en un grado avanzado, requiere de tratamientos como el trasplante o la diálisis.